Llegamos al último capítulo de este primer curso monográfico sobre la vida en Cristo. Repasemos algunos de los elementos que hemos ido viendo:

  • La vida en Cristo es aquello a lo que estamos llamado: en Él existimos, nos movemos y somos (Hc 17,28)
  • Los hombres y las mujeres hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Solo acercándonos a Dios, a como Él es, nosotros nos volvemos más humanos y más libres; en cambio, alejándonos de Dios nos animalizamos y perdemos la vida y nuestra libertad.
  • Nuestra humanidad no está completa, tiene un hueco. Este hueco no es una falta en la creación, sino que este hueco interior que todos tenemos en nuestro corazón está como elemento de posibilidad de nuestra apertura al prójimo y al amor de Dios. Si nuestra naturaleza fuese completa, no habría relación posible con los otros.
  • La ley, los profetas y los sabios de Israel no paran de aconsejarnos una y otra vez cuál es el camino de la vida y de la felicidad. Asimismo, San Pablo y san Juan también nos indican ese mismo camino que ha quedado totalmente al descubierto con la acción de Cristo.
  • Tres capítulos hemos dedicado a hablar de Cristo: con Isaías vimos la entrega de Cristo hizo por nosotros, el acto de amor más grande. Posteriormente con las bienaventuranzas y las obras de misericordia nos dimos cuenta que la auténtica vida es la Vida en Cristo, no simplemente una vida espiritual-mística, o una vida según los valores del cristianismo, sino una vida auténtica con relación a Cristo. Los valores cristianos no sirven de nada sin Cristo. Cristo es el fundamento de nuestro actuar, es la medida de nuestro amor.

por Pau Manent Bistué

Soy seminarista de la diócesis de Barcelona, en España. Nací el año 1990, y a la temprana edad de 18 años me decí por estudiar ingeniería aeroespacial. Me licencié en el año 2014 en la Universitat Politècnica de Catalunya. Tras un año de discernimiento vocacional, ingresé en el seminario de mi diócesis, la querida Barcelona. Allí me formé para ser presbítero, y estudié las licenciaturas de filosofía y teología. Al terminar la licencia de teología, a falta de unos pocos meses para recibir la ordenación, mi obispo y la diócesis me mandaron a estudiar a Roma el máster y el doctorado en teología fundamental, en la Universidad Pontifícia Gregoriana.

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